Es uno de los pocos libros autobiográficos que he leído en mi vida y, sobre todo, uno de los pocos que me han emocionado hasta las lágrimas. Leyendo este libro me emocioné al principio y, como pueden adivinar, también al final. El libro está escrito por uno de los mejores neurocirujanos estadounidenses de los últimos años, que a los 35 años descubrió que tenía cáncer del pulmón. En este libro, relata su experiencia del proceso de morir, que examina desde tres perspectivas diferentes: la del médico, que en su vida ha estado implicado en el cuidado y tratamiento de pacientes con tumores cerebrales; la del paciente, que no ha conocido previamente; y la de la persona corriente, que, además de los aspectos médicos, tiene que afrontar la experiencia emocional y espiritualmente.
Dedicó este libro a su hija, que por desgracia no tuvo tiempo de conocerle bien, ya que nació sólo ocho meses antes de que el autor falleciera. Estar cara a cara con la muerte es algo a lo que pocos nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, una descripción tan precisa de esta experiencia por parte de una persona que parece estar bastante familiarizada con la muerte muestra una cara diferente de la misma y da pie a pensamientos distintos del clásico disfrute del día y el goce de la vida, que suelen ser la corriente principal en estos casos.